lunes, 25 de octubre de 2010

Bio de Tavo H-L NO-AUTORIZADA de Horacio



BIO DE HORACIO HACIENDOSE PASAR POR TAVO H-L

(No Autorizada. Realmente no sabemos quién se hace pasar por quien)


Nací un sábado, común como los del resto del año, sin significado relevante en el calendario al igual que el restos de sábados de octubre, eran las 14.45 de la tarde; 25 según recuerdo. Maracaibo a las 12.45 no es una hora saludable para nacer, pero a mi no me importo siempre viendo hasta donde puedo llegar; desde ese día, han pasado otros 3 sábados 25, y un tiempito más, en ciclos ininterrumpidos, he desgastado el oxígeno de la atmósfera, he corrido por el agua, y nadado en la tierra. Sigo hoy día malgastando el oxígeno que necesitan otros, pensado y contando las vueltas de las tuercas, una tras otra, más, más, más...

Feliz cumpleaños, hermano.

Ya son 24 25-s, que sean montones más!

HORACIO

sábado, 26 de junio de 2010

YO soy yo, TÚ eres tú

So soy yo, tú eres tu

Fritz S.Perls


Yo soy yo, tú eres tú
tú haces lo tuyo, yo hago lo mío
yo no vine a este mundo para vivir de acuerdo a tus expectativas
tú no viniste a este mundo para vivir de acuerdo con mis espectativas
yo hago mi vida. tú haces la tuya
si coincidimos, será maravilloso
si no, no hay nada que hacer.




Fritz S. Perls, sicologo fundador de la Gestalt.


miércoles, 16 de junio de 2010

Sutra - HORACIO

SUTRA

HORACIO


Siento que me desperté destilando un dolor
así amargo
dulce aromático
parecido a la vainilla
con un año exacto de añejamiento.
Corroe eso que llamo cerebro
se eleva como el vapor
con el calor
extraño de sol cautivo
en mi piel desierta
derruida mordida por las ratas
curtida por el salitre de las horas
bañada en besos de taninos
estirada por manos de falso armiño

Se saturan las atmosferas

Y no quiero que sea personal
Por eso voy olvidando tu nombre

Quimera indecente
Tabú melancólico
más que pesimista

ya van sobresaturadas
cianhídricos sonidos encadenados al espacio
borderline de macabro juego

no tienes autosuficiencia
nunca la tendrás

acido son mis manos
y martillos mis labios

el espejo no envejece
mucho menos te acompaña
y como amar una nube
no podras saborearla
imposible amarrarla en las noches de lluvia
sin embargo
has enmarcado el eco
de esa voz que te asiente precisa al otro lado del marco

imagen egoísta
piedra perpetua en mi tobillo
moriré incluso antes de saltar
tu propio peso me ha condenado
muerte fría de cobarde
sin deseo final.

Y quién se engaña ?
la nube?
No
Ella
No
creo que es ella

Al final es solo una ilusión
Lo eterno no es el dolor
Lo eterno Soy Yo.

miércoles, 28 de abril de 2010

Paralelo - Horacio


PARALELO


HORACIO



somníferos cosechados en su mejor estado,

el cemento de las calles hierve de frío

y en la deja soledad de las 12 m.

me pierdo en el mismo zoológico de las 6,

el sol de verano en vendimia reclama

la tierra para si, eleva a mas de 40

el frío en la acera; y es la iglesia, en la esquina,

que grita por feligresía, en frente de mercados

los mesías en estas épocas, en sus blackberries,

no tiene citas para la salvación

al vuelo dragones que desgarran las nubes;

y en mi, mi isla de acero se sacude el café con sus gruñidos,

ya van mucho más de las 6,

un aleluya postmodernista es mal interpretado,

tan lindas las palabras, hermosísimas, aun si se les quita la razón,

sonoridad pura,

desconectada, también en una isla

relata la perdición, algunos piensan todavía en la salvación,

sin corazón las luces en las calles van encendiendo

este paralelo, -4.30,

que vive entre el 4 y el 5

al ritmo de bum bum bum...

paranoico de agua, amante del litio televisado.

domingo, 25 de abril de 2010

vuelta

Vuelta-Horacio


vuelvo a ti, no sé después de cuantos días

tenía miedo, aún lo tengo

no creo ser capaz de armar triángulos

no se que hacer, no puedo armar significados y significantes.

las puertas me asfixian, me botan.

el oxigeno me roba esos triangulitos

que valientes se acercan al final de mis labios,

se que se estrellan en las caras de todos

en los labios de ella, sobretodo.

tenia miedo de regresar, he estado, estos meses,

con lo boderline mas desajustado que nunca,

tenia miedo de volver y matarte,

no se, pero te juro que lo pensé:

mis manos tu cuello, y un beso

para tu alma, lo pensé, quería ese beso,

sí, eso sí lo sé, soy el cobarde mas grande que te ha tocado,

sí, el mas grande que haya conocido la historia.

vuelvo pero no a matar, vengo porque...

sinceramente no lo sé, estoy aquí

con algunos triángulos nuevos, te los quería mostrar,

quería volver, por ti, por mi,

por la vida quizás, por algo que no conozco.

viernes, 4 de diciembre de 2009

costos

costos

Horacio


entendí que los granos de arena no se preocupan
porque los arrastren las olas,
solo viven, se doran al sol,
se baña en el mar,
retosan en la sal,
y crean cosas inmensamente bellas.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Nosotros no - Jose B. Adolph

Nosotros no

José B. Adolph


Aquella tarde, cuando tintinearon las campanillas de los teletipos y fue repartida la noticia como un milagro, los hombres de todas las latitudes se confundieron en un solo grito de triunfo. Tal como había sido predicho doscientos años antes, finalmente el hombre había conquistado la inmortalidad en 2168.

Todos los altavoces del mundo, todos los trasmisores de imágenes, todos los boletines, destacaron esta gran revolución biológica. También yo me alegré, naturalmente, en un primer instante.

¡Cuánto habíamos esperado este día!

Una sola inyección, de diez centímetros cúbicos, era todo lo que hacía falta para no morir jamás. Una sola inyección, aplicada cada cien años, garantizaba que ningún cuerpo humano se descompondría nunca. Desde ese día sólo un accidente podría acabar con una vida humana. Adios a la enfermedad, a la senectud, a la muerte por desfallecimiento orgánico.

Una sola inyección, cada cien años.

Hasta que vino la segunda noticia, complementaria de la primera. La inyección sólo surtiría efecto entre los menores de veinte años. Ningún ser humano que hubiera traspasado la edad del crecimiento podría detener su descomposición interna a tiempo. Sólo los jóvenes serían inmortales. El gobierno federal mundial se aprestaba ya a organizar el envío, reparto y aplicación de las dosis a todos los niños y adolescentes de la tierra. Los compartimientos de medicina de los cohetes llevarían a las ampolletas a las más lejanas colonias terrestres del espacio.

Todos serían inmortales.

Menos nosotros, los mayores, los adultos, los formados, en cuyo organismo la semilla de la muerte estaba ya definitivamente implantada.

Todos los muchachos sobrevivirían para siempre. Serían inmortales, y de hecho, animales de otra especie. Ya no seres humanos: su sicología, su visión, su perspectiva, eran radicalmente diferentes a las nuestras.

Todos serían inmortales. Dueños del universo por siempre jamás. Libres. Fecundos. Dioses.

Nosotros no. Nosotros, los hombres y mujeres de más de veinte años, somos la última generación mortal. Eramos la despedida, el adiós, el pañuelo de huesos y sangre que ondeaba por última vez, sobre la faz de la tierra.

Nosotros no. Marginados de pronto, como los últimos abuelos, de pronto nos habíamos convertido en habitantes de un asilo para ancianos, confusos conejos asustados entre una raza de titanes. Estos jóvenes, súbitamente, comenzaban a ser nuestros verdugos sin proponérselo. Ya no éramos sus padres. Desde ese día, éramos otra cosa; una cosa repulsiva y enferma, ilógica y monstruosa; éramos Los Que Morirían. Aquellos Que Esperaban la Muerte. Ellos derramarían lágrimas, ocultando su desprecio, mezclándolo con su alegría. Con esa alegría ingenua con la cual expresaban su certeza de que ahora, ahora sí todo tendría que ir bien.

Nosotros solo esperábamos. Los veríamos crecer, hacerse hermosos, continuar jóvenes y prepararse para la segunda inyección... una ceremonia -que nosotros ya no veríamos- cuyo carácter religioso se haría evidente. Ellos no se encontrarían jamás con Dios. El último cargamento de almas rumbo al más allá, era el nuestro.

¡Ahora cuánto nos costaría dejar la tierra! ¡Cómo nos iría carcomiendo una dolorosa envidia! ¡Cuántas ganas de asesinar nos llenarían el alma, desde hoy y hasta el día de nuestra muerte!

Hasta ayer. Cuando el primer chico de quince años, con su inyección en el organismo, escogió suicidarse. Cuando llegó esa noticia, nosotros, los mortales, comenzamos recién a amar y comprender a los inmortales.

Porque ellos son unos pobres renacuajos condenados a prisión perpetua en el verdoso estanque de la vida. Perpetua. Eterna. Y empezamos a sospechar que dentro de 99 años, el día de la segunda inyección, la policía saldrá a buscar a miles de inmortales para imponérsela.

Y la tercera inyección, y la cuarta, y el quinto siglo, y el sexto; cada vez menos voluntarios, cada vez más niños eternos que imploran la evasión, el final, el rescate. Será horrenda la cacería. Serán perpetuos miserables.

Nosotros no.


***


José B. Adolph.
Hasta que la muerte
Moncloa- Campodónico
Editores asociados
Lima, Perú
1ra Edición, agosto de 1971